El Foro 2020 no es la sociedad civil

Los partidos políticos se acuerdan de la sociedad civil en tiempos de elecciones. Es verdaderamente lamentable oírles a algunos quejarse porque creen que la sociedad civil está parcializada en su contra o constatar la autocomplacencia de otros porque la misma supuestamente les apoya.

Todo este juego de rechazos y adhesiones se basa en conceptos totalmente falsos y superficiales de lo que es la sociedad civil. Esta desorientación nace del hecho de que los partidos saben que no representan a la totalidad del electorado. Según cifras del Tribunal Electoral, los adherentes de los siete partidos políticos vigentes suman cerca de un millón de personas, lo que significa que una cifra igual no está afiliada a ninguno de ellos.

En la desesperación por hacer las matemáticas de una deseada victoria electoral piensan que hay cerca de un millón de desafiliados que son parte de la sociedad civil y cuyo voto hay que atraer. Repito: este razonamiento se basa en un error de concepto. Pero lo peor es que hay una tendencia a malentender el trabajo del Foro Panamá 2020, y se le representa como uno de los lados de una dicotomía entre la sociedad civil y la sociedad política.

Acuñado primero en latín, el término sociedad civil fue utilizado por la ilustración escocesa para referirse a una forma de sociedad que había desarrollado una serie de instituciones que tenían como referencia principal al comercio, la ciencia y los oficios. Adam Ferguson, quien fue con Montesquieu uno de los primeros sociólogos, escribió en 1767 "Un ensayo sobre la historia de la sociedad civil", en el que daba una explicación evolutiva de una serie de instituciones sociales que no estaban ni primero ni directamente moldeadas por los actos de gobierno, pero que impactaban poderosamente la vida de los individuos en sociedad. La implicación era que había un vínculo muy estrecho entre las instituciones de la sociedad civil y el desarrollo de la libertad individual.

Más influyente, y con mucha frecuencia mencionado, es el planteamiento que hace Hegel en su Filosofía del Derecho (1821), en la que la sociedad civil aparece como una instancia mediadora entre la familia y el Estado. Las personas nacen en la familia, pero el individualismo de la propiedad privada rompe esta forma de convivencia y las empuja a buscar sus intereses egoístas. Esta es la esfera económica, pero también de la pobreza y el conflicto. Librada a su propia dinámica, la sociedad civil se autodestruiría, según el filósofo germano. Es necesario el Estado, único ámbito en el que la persona se convierte en ciudadano y con ello portador de una voluntad universal. Hegel dice que el Estado sublima los conflictos que se dan en la sociedad civil. Marx no piensa igual.

Una concepción distinta se observa en Tocqueville, un aristócrata francés venido a menos con la Revolución, cuyo aporte es posterior a Hegel y anterior a Marx. En 1835 publicó una obra colosal en la historia del pensamiento político moderno, La democracia en América, en la que expuso las enormes diferencias que se daban entre las sociedades europeas, particularmente Francia, y Estados Unidos (EU). Al francés lo impresionaron las prácticas asociativas de los norteamericanos que conoció en una visita oficial. Tocqueville estimó que la democracia americana se cimentaban en la igualdad de condiciones sociales en que vivía la gran parte del pueblo estadounidense y que ello facilitaba la pujante actividad de las asociaciones civiles. Mientras los partidos tenían por meta la lucha por la Casa Blanca, eran las asociaciones no gubernamentales las que se ocupaban de prestar atención y canalizar las necesidades de buena parte de la población.

Estudios más recientes configuran la idea de sociedad civil atendiendo a las circunstancias del caso. Por ejemplo, un bien documentado ensayo de Víctor Pérez Díaz (La primacía de la sociedad civil, 1993) explica el éxito español en la transición a la democracia sobre la base de instituciones permanentes, anteriores al franquismo. La Iglesia católica, los sindicatos y el mercado, son los agentes sociales que aseguran la transformación democrática de España.

Quizás el uso más extendido en el mundo académico anglosajón fue el que se hizo a partir del desmantelamiento del Pacto de Varsovia. En este proceso, las organizaciones cívicas y los movimientos sociales jugaron un papel estelar en la lucha contra los regímenes osificados del socialismo real. La Carta 77 en Checoslovaquia reunió a activistas de derechos humanos que se enfrentaron al régimen estalinista en los momentos más difíciles. Uno de los fundadores de ese movimiento fue Vaclav Havel, que luego sería elegido presidente para conducir al país hacia la democracia. En Rumania y Bulgaria dichas organizaciones no alcanzaron el desarrollo que en la República Democrática Alemana, Polonia o Checoslovaquia, de allí que la democracia fuera un proceso más lento y más ambiguo.

En Panamá, la Cruzada Civilista a finales de los años 80 agrupaba a una amplia gama de organizaciones cívicas y políticas, lo que incluía a los partidos, organizaciones empresariales, profesionales y estudiantiles, y grupos cívicos. La Iglesia católica prestó un apoyo táctico y metodológico, pero no de modo oficial. Los sindicatos sólo apoyaron a la Cruzada parcialmente. Desde principios de los años 90 se dio un acelerado incremento de organizaciones no gubernamentales que aspiraban intervenir en diferentes ámbitos de la política social. Dirigentes obreros, estudiantiles, gremiales, y comunitarios, han participado, además, de la actividad proselitista en partidos políticos, y se han presentado como candidatos a cargos de elección popular, de los que han retornado a su activismo civil.

El análisis de los actores sociales y políticos no puede hacerse en términos de sociedad civil y sociedad política, como si fueran términos mutuamente excluyentes. Referirse a la sociedad civil como si se tratase de un conjunto de organizaciones no gubernamentales es empobrecer el análisis y remitir la cuestión al activismo de una clase media urbana. Independientemente de la claridad de sus opciones ideológicas, tanto los gremios empresariales como los campesinos, los indígenas y los sindicatos, son una parte esencial de la sociedad civil panameña.

¿Y qué es el Foro 2020? Es un espacio de generación de propuestas de consenso para facilitar las acciones de una sociedad y un gobierno democráticos, y darle voz a los actores sociales que reclaman una justa comprensión de su situación. Si el gobierno no concurre e ignora al Foro, entonces está despilfarrando un caudal político importante. Si hay organizaciones sociales que deciden marginarse, entonces están desperdiciando una oportunidad para forjar aliados y resolver problemas concretos.

El Foro 2020 no es una organización de la sociedad civil, ni su tarea es enfrentar a las autoridades. Por definición lo integran miembros del gobierno, los partidos políticos, y una amplia gama de instituciones públicas, organizaciones cívicas y no gubernamentales que firmaron el documento Visión Nacional 2020 en 1998, y otras que han solicitado ingreso luego, como la Defensoría del Pueblo, por ejemplo.

El Foro no tiene una ideología. Es una conversación desde distintas posiciones ideológicas. Si las propuestas que aprobó la Asamblea General del Foro el año pasado en abril y en la del pasado mes de febrero pueden parecer críticas de la labor de los órganos del Estado y denotan una distancia respecto de los partidos políticos, ello se debe sencillamente a que estos actores de la política nacional no acudieron en forma organizada ni sistemática a las reuniones de las mesas de trabajo, ni a las asambleas generales, a las que siempre se les invitó. Los diálogos y los consensos se hacen siempre con los que se encuentran presentes en la discusión. En sus sesiones de trabajo nadie tiene la verdad, ni el poder de definirla; del conjunto de las intervenciones puede emerger el trazo de una posible ruta de acción.

El Foro no es una comisión de estudio de los problemas de la realidad nacional. El Foro tampoco busca una interpretación de la historia, ni de la situación actual. Todos los participantes tienen derecho a la suya y tienen la obligación de respetar la de los demás. Lo que se discute en el Foro es qué es lo que vamos a hacer como país. Se trata pues solo de concertar acciones, de una manera pública, abierta a la participación ciudadana, y con la carga de razonar de modo honesto e informado. Como se trata de arribar a consensos, las propuestas del Foro no están escritas en piedra. No hay necesidad pues de tirarle piedras al Foro.
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El Panamá América, Martes 2 de marzo de 2004