Al iniciar el 2004 me propuse ofrecer, en la columna semanal que publicaba en el Panamá América todos los martes, una serie de reflexiones sobre los artefactos que ocuparían buena parte de la actualidad noticiosa de los siguientes meses. Como en la primera semana de mayo habría elecciones nacionales, me pareció oportuno producir una serie de artículos para comentar sobre las campañas electorales, las motivaciones del voto, las informaciones que ofrecen las encuestas y cómo deben analizarse, el valor de los programas de gobierno, el tele-espectáculo de la política y la pasividad que genera en las masas, y la utilidad limitada de los debates.
También me pareció un buen momento para repasar el significado y trayectoria de la sociedad civil, pues los diferentes candidatos habían comenzado a hacer un uso confuso y problemático del Foro 2020. Expliqué la conveniencia de enfocarse más en los espacios públicos, en "la vida pública" de una sociedad, que en una pretendida posición privilegiada, o imparcial, de los organismos gubernamentales. Y finalmente, llamé la atención sobre el origen histórico del voto de la mujer.
El propósito de estos escritos nunca fue favorecer a ningún candidato, ni de buscar restarle valor a las propuestas de ninguno de ellos. Mi única finalidad fue estimular "la demanda electoral" a través de la educación del ciudadano, que en este contexto es un lector de periódicos y más concretamente un asiduo de las columnas de opinión. La tarea me exigía una absoluta neutralidad, en el sentido de que no pediría el voto a favor o en contra de nadie. De allí las repetidas referencias a la insatisfacción con el devenir de las campañas, la pobreza de sus mensajes y las críticas a los debates televisivos.
Aquí publico en dos series los artículos tal cual aparecieron los días Martes en El Panamá América y en el orden cronológico en que se escribieron. Los temas los iba pergeñando de semana en semana sin un plan preconcebido, pero tratando de no sucumbir a la actitud reactiva que emerge cuando lo importante trata de determinarse en el día a día.
Hay una cierta actitud ingenua en algunos de estos planteamientos, pero esto no debe verse como un defecto sino como una estrategia para posicionar ciertos temas a los que el cinismo predominante en la política jamás dará espacio. Por eso, abogo, por ejemplo, por la necesidad de "las grandes ideas", sin intentar siquiera sugerir las mías propias.